Proyecto Barroco

 Proyecto Barroco

En las lecturas se nos plantean una serie de conflictos generados en torno a la modernidad y su aceleración en cuanto a la escala de civilización. Entre las primeras nociones que se consideran se barajan dualidades que dan cuenta de los fenómenos vividos durante la época: el pasado contra el futuro, la innovación contra la obsolescencia, el quiebre con lo tradicional, entre otros que, como podemos ver, son concepciones de la realidad que se mantienen incluso a día de hoy.

Otro nivel de conflictos presentes en la modernidad responde a lo que haya relación con la capacidad productiva del ser humano, el capitalismo. Dicho sistema propone una subsunción bajo lógicas de economía mercantil que se enfrenta a lógicas de transformación civilizatoria sostenibles, que comienzan a desarrollarse en paralelo. Esta contradicción presente dentro de lo moderno explica la sensación de desasosiego e inconsistencia del sujeto y da paso a una resistencia frente al sometimiento.

En la figura del contemporáneo, de Giorgo Agamben, nos encontramos con un sujeto que se propone critico de su época, aquel que ve que todos los tiempos son oscuros y fija la mirada en esa oscuridad, puesto que esta “le concierne y no deja de interpelarlo, algo que, más que toda luz, se dirige directamente a él.” Esta mirada permite al ser contemporáneo interpolar su tiempo, transformarlo y relacionarlo con otros tiempos, según sea la necesidad.

Con un ser que se encuentra viviendo entre la contradicción anterior aparece como respuesta la conformación de un ethos, como estrategia interiorizada por el código social que busca neutralizar o desplazar aquella realidad que produce la contradicción. En algunos casos negándola, en otros tomándola como un mal necesario e incluso corregible, la modernidad capitalista se posiciona como un mundo real abrumador.

Frente a este mundo real aparece el ethos barroco, una construcción imaginaria que busca rescatar la forma natural, la realidad profunda; teatralizando el mundo, realizando una puesta en escena. Lo barroco lleva como característica fundamental lo ornamental, considerado decoración absoluta.

En la américa post colonial surge un barroco propio de un ethos social marginal, aparece como una estrategia de supervivencia que, durante el siglo XVI, tras la pérdida de interés por parte de la corona española sobre las tierras del nuevo mundo propone una proeza civilizatoria entre los indios mestizos sobrevivientes a la dominación y exterminio de sus ancestros. Con un mestizaje cultural y las ansias de la reconstrucción de la vida civilizada se re-crea la civilización europea, re trabajada por sobrevivientes y bajo un código civilizatorio indígena se da una suerte de sincretismo cultural expresado en la mimetización de lo europeo, una puesta en escena de lo europeo.

Dicha puesta de la cultura occidental por parte de la sociedad americana de la época comienza gradualmente a presentarse como una puesta en escena absoluta de la que no hay vuelta, es un mundo reproducido en el que se comienzan a hundir y que trasciende hasta nuestros días. Se termina por plantear un mundo latinoamericano capitalista, inspirado en un ethos barroco que busca reivindicar el mestizaje.

Para el desarrollo del proyecto barroco, el pintor elegido fue el sevillano Bartolomé Esteban Murillo, quien fuese dominador de técnicas tenebristas, naturalistas y de claroscuro. Fue un artista que presentó cierta sensibilidad con los desamparados, expresado en sus pinturas de género con niños pobres y que además se prestaba capaz de reflejar expresiones y sentimientos. Gracias a lo anterior obtuvo durante bastante tiempo encargos de obras religiosas que le permitieron vivir bien y profundizar en la pintura. Durante el año 1645 Murillo recibe su primer encargo, una serie de 13 lienzos para el claustro chico del convento de san francisco en Sevilla, entre las pinturas que componen este encargo nos encontramos con la de San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. El motivo por el que me detuve en esta pintura se debe a que al momento de mirarla pensando sobre la oscuridad en nuestra época se me torno inevitable pensar en las Ollas comunes, que reivindican la figura del sujeto común en contraposición de una iglesia (expresada en el monje arrodillado) que como institución se ha visto secularizada -fenómeno propio de lo moderno- y cuya relación que en la época presentaba para con la caridad a día de hoy se presta silenciosa y oculta.

Nunca está demás mencionar que el fenómeno de la Olla común surge en un contexto donde es la población a través de la conglomeración social la que se hace cargo, con sus propios medios, de una necesidad tan básica como lo es la alimentación, necesidad que los gobiernos atrincherados en un ethos realista niegan en pos del capital. En Chile, esta realidad se ha evidenciado, lamentablemente, en más de una ocasión, la primera de estas se puede situar en la década de los años ’30 a causa de la gran depresión y crisis económica. Una segunda evidencia la encontramos en la década de los ’80, de la mano del sistema neoliberal impuesto por la dictadura militar el cual genero una suerte de dos mundos en donde los sectores populares quedaron rezagados y con altos índices de desempleo, además, se vieron afectados por un foco violento y represivo que buscaba desplazarlos a un segundo orden. En este contexto surgen instancias y espacios de articulación política y de solidaridad. Siendo otro de los factores la crisis económica de 1982 comienzan a verse por distintos sectores del país comedores populares y ollas comunes.

En el contexto pandémico que nos rodea al día de hoy las ollas comunes se multiplicaron por varios países de Latinoamérica, incluyendo Chile, esto debido al incremento de la pobreza y el desempleo generado por las medidas restrictivas, las olas de despidos y la falta de políticas enfocadas en la protección de los pobladores en términos económicos durante los periodos de cuarentena.

Decidí cambiar la figura de San Diego, representante de la caridad eclesiástica, por quienes representan la verdadera caridad, aquellas personas comunes que desde sus propios espacios generan una fuente de apoyo y solidaridad para con sus pares. En cuanto al resto de los sujetos presentes en la obra pretendo dotarlos de características más pandémicas, sin olvidar que una escena como esta, que si bien representa un espíritu y valores absolutamente destacables representa, al fin y al cabo, parte de las tinieblas de nuestra época. Tinieblas que se verán expresadas en un fondo tenebrista, acompañado de diferentes texturas en los ropajes de las personas, y los demás elementos que surgirán de los ejercicios realizados en clases anteriores.

En el bosquejo se puede apreciar el cambio mencionado y el posicionamiento de los personajes, cada uno con su respectiva mascarilla. La intención del proyecto es llevar a cabo diferencias en el claroscuro utilizando principalmente texturas provenientes del papel film, el arroz y algunas telas, como también el uso de los pinceles duros, buscando mantener la teatralidad de la pintura, que como vemos representa una realidad absolutamente tangible para nuestros tiempos.





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